miércoles, 20 de febrero de 2013

La niebla nuestra de cada día

Desde que he dado con mis madrileños huesos en esta esquina del mundo, un hecho que se ha repetido con mucha frecuencia es iniciar los días con una espesa niebla envolviendo la ciudad. Es una niebla densa y, a ojos de quien pocas nieblas ha visto, diría que "de grano gordo", si eso es posible. Es algodonosa, y más que con una textura uniforme, se organiza con cúmulos densos que viajan juntos empujados tierra adentro por la brisa oceánica. Una peculiaridad de esta frecuente niebla matutina es que llega por oleadas. El Pacífico parece intensificar en ocasiones la dosis que nos regala y densas nubes se unen a la niebla que ya había, haciendo desaparecer los edificios tras una marea blanca que se desplaza a buen ritmo. Tras una última embestida que curiosamente suele ser la más opaca, la niebla se rinde al sol. El día, al menos en el verano que estamos ahora, gana la batalla y deshace la humedad en suspensión. Esta humedad, imagino, es la que permite que Lima pueda disfrutar de una flora urbana muy verde y frondosa, pero de eso ya hablaré próximamente.

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