martes, 19 de febrero de 2013

Ser peatón en Lima, una heroicidad cotidiana

Semáforos con cuenta atrás es bien.
De las primeras cosas que uno ha de aprender al llegar a Lima es que si quiere conservar la vida ha de mostrar sumisión a los coches. Esta es una ciudad de ocho millones de habitantes sin metro ni cercanías y que por lo tanto vive en un caos circulatorio casi continuo. Los atascos son gigantescos casi todo el día y casi todos los días. Es posible que sea vivir esa tortura diaria al volante la que ha hecho que el conductor limeño haya acabado mutando en una suerte de temible depredador de asfalto. La base de la dieta de esta voraz especie urbana, el conductoris terribilis limensis, es el peatón. La norma no escrita que rige la relación entre conductores y peatones es que el conductor siempre tiene preferencia, en toda circunstancia y sin ninguna excepción. Simple. Y ay del que contravenga esta norma no escrita. Si un conductoris terribilis limensis muestra la menor empatía por esas criaturas de dos piernas carentes de carrocería, escuchará al instante los cláxones reprobatorios del resto de sus congéneres, ofendidos por detenerse ante un ser de clase inferior.

Como peatón, grábatelo: si vas a visitar esta ciudad, NO TIENES DERECHOS. Ningún semáforo ni paso de cebra te da prioridad, ya que los coches solo pararán si otros coches impiden su paso. El coche siempre tiene preferencia de paso respecto al peatón aunque su semáforo esté rojo y el de peatones verde. Porque sí, hay muchos cruces regulados por semáforos. De hecho tienen una peculiaridad muy útil, que es un cronómetro en cuenta atrás que dice a peatones y coches cuanto tiempo queda para que el semáforo cambie de color. Pero ni por esas. Como bípedo indefenso, preocúpate de mirar siempre si se acerca algún carro antes de aventurarte a cruzar la calle. Incluso en la más inocente vía puede esperar agazapado un conductor convencido de que eres tú, peatón, el que ha de echar a correr o saltar para salvar la vida en caso de encuentro fortuito.

Cruzar puede perjudicar seriamente la salud

Recuadro rojo: acera rebajada hacia paso de peatones.
Recuadro azul: acera rebajada hacia la muerte.



Los limeños tienen tan asumido que cruzar por pasos regulados apenas supone protección que se lanzan a cruzar las calles por cualquier lugar y, he de admitirlo, con gran destreza para calcular distancias y tiempos. Unos artistas esquivando carros en vías de dos y tres carriles. De hecho, los gestores de la ciudad parece que estimulan a que el peatón cruce por donde pueda. En casi todas las calles hay de cuando en cuando sospechosos rebajes de la altura de las aceras iguales a los que hay en los cruces regulados, solo que estos son sendas de cruce 'clandestinas'. Así están las cosas.

Desconozco las estadísticas y pudiera ser que con este sistema basado en la ley del más fuerte a la ciudad le esté yendo bien en el ranking de atropellos. Quizá lo de dejar al peatón en la base de la pirámide alimenticia del ecosistema urbano limeño les funciona. Pero amigos, si sois de fuera, ¡andaos con mil ojos para cruzar!

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